Nuestro comportamiento tienen bases sólidas en los hábitos a los que sujetamos nuestra mente y cuerpo. Estos hábitos con el tiempo se convierten en costumbres involuntarias que realizamos a nivel inconciente.
El conformismo
Como seres humanos podemos tomar la iniciativa de hacer un cambio en nuestra rutina, sin embargo el conformismo y el temor a ese cambio nos limita a reaccionar de la misma manera y a hacer lo mismo que venimos diciendo por años que debemos cambiar pero no lo hacemos.
Todas las acciones de nuestra vida tales como ir a trabajar, quedarse en casa o socializarnos con las mismas amistades son hábitos adquiridos. El seguir estas rutinas nos limita a no intentar nuevas formas de vivir. La vida se vuelve rutinaria muchas veces pues nos conformamos a seguir viviendo de la manera que quizás no nos gusta.
Creamos fantasías para no esforzarnos
Muchas veces preferimos fantasear sobre proyectos que podríamos llevar a cabo en la realidad pero nos conformamos con pensar cuánto nos gustaría llevarlos a cabo pero no hacemos nada para ponerlos en acción. Los hábitos fueron creados en la mente del ser humano y son los que nos hacen ver la vida de un mismo color. Muchas veces condicionamos a nuestra mente a pensar que tenemos que ser agradecidos y conformarnos con lo que tenemos.
El peor aspecto del conformismo es conformarse a pensar negativamente como lo sería pensar que nunca avanzaremos en nuestra carrera, que no progresaremos economicamente, que estamos seguros que viviremos de cierta manera hasta el dia que nuestra vida llegue a su fin. Estos pensamientos negativos nos hacen percibir la vida de una manera negativa y no nos dejan aprender a vivir de un modo distinto.
Los hábitos en su mayoría son heredados por nuestros padres. Hay hábitos buenos tales como , cepillarse los dientes, peinarse, saludar cortesmente a las personas, ser honesto, tender la cama, darse una ducha diaria y otros más que nos ayudan a sentirnos bien.
Los hábitos bien aprendidos en la infancia conllevan a buenas o malas costumbres
Cualquier tipo de hábito puede influir en nuestra personalidad de una manera positiva o negativa. Por ejemplo, si fuimos criados en un hogar donde no nos enseñaron a valernos por nosotros mismos, de adultos seremos personas flojas y perezosas sin ambición de ningún tipo. Si nos criaron con la idea en la mente que debemos complacer a las demás personas, nos volveremos serviles y dependientes de otros.
Aun peor, si crecemos en ambientes donde los adultos tienen hábitos desorganizados, irresponsables y violentos, probablemente estos malos hábitos se nos contagiarán y de adultos copiaremos esos comportamientos o hábitos que nos perjudicarán.
Los hábitos forman nuestra personalidad. Si crecemos en un ambiente donde continuamente se nos criticaba, se burlaban de nosotros y nos presionaban a hacer lo que no nos gustaba, cuando adultos seremos personas que reaccionaremos de manera agresiva y responderemos de mal modo al que consideramos nos está atacando nuestra auto estima.
De pronto se nos enciende el bombillo en nuestra mente y nos damos cuenta que estos hábitos que fueron implantados en nosotros durante nuestra niñez, nos está afectando el comportamiento en la edad adulta. Cuando decidimos que cierto hábito es prejudicial debemos abandonarlo de inmediato. Por supuesto que eso no será una tarea fácil.
Pondremos mil excusas y justificaciones en nuestra mente para no eliminar ese hábito que nos está perjudicando. Si nos conformamos a vivir pensando es muy dificil abandonar nuestras costumbres y rutinas nunca lograremos eliminarlos de nuestra vida.
En el momento que nuestra conciencia despierta y sentimos deseos de cambiar nuestra forma de vivir, comienza la lucha en nuestra mente de como quebrar esos patrones de conducta que sabemos nos están perjudicando pero no sabemos como salir de ellos.
No debemos posponer las decisiones que tomamos de cambiar
El deseo de abandonar esos hábitos nace de pronto pero como un mecanismo de defensa, nos pondremos excusas que no tenemos tiempo para trabajar en dejar esas malas costumbre y que si lo queremos hacer pero que lo haremos “más adelante” o sea nunca. Guardamos el problema en el closet mental de “lo tengo que hacer” pero tiramos la llave de ese closet en nuestra gabeta y jamás la sacamos.
Es ahi donde entra el espiritu del conformismo. Esa vocecita interna que nos habla constantemente a nuestro oído nos dice, “la verdad es que es muy difícil cambiar, sería bonito pero no tengo el tiempo para hacerlo. Prefiero resignarme a vivir como vivo, después de todo ahi voy saliendo”.
En mi país hay un refrán conformista que a mi me causa risa que dice así: “total el que nació para maceta del suelo no pasa”. Recientemente fui a un restaurant y leí otro refrán que tambien me hizo reir pues se relaciona con la predestinación de una manera más positiva el cual dice así: “el que nació para tamal, del cielo le caen las hojas”.
Ambos refranes fueron escritos por dos personas que ven la vida desde dos puntos de vista muy distintos. Sin embargo ninguno de los dos está dispuesto a trabajar en sus debilidades pues sus triunfos y fracasos se los atribuyen únicamente al destino que les fue designado a la hora de nacer.
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