El pesimismo es el preámbulo al estado de la depresión. La definición del pesimismo es tener un punto de vista bastante negativo sobre los acontecimientos y eventos de la vida.
El problema es que la persona pesimista se llega a convertir en alguien mediocre, conformista y se resiste a intentar empezar de nuevo o tratar otros medios para triunfar en algo que se ha propuesto.
El pesimismo es una forma de cobardia y muy doloroso para el que lo sufre y se puede llegar a convertir en una carga emocional para los que le rodean. El poder mental del pesimista es tan poderoso como el del optimista y puede influenciar a las personas a las cuales les transmite sus ideas.
La diferencia entre el optimista y el pesimista es que el optimista ve el vaso medio lleno y el pesimista lo ve medio vacio. El optimista ve siempre la pizarra blanca y el pesimista siempre ve el punto negro en la pizarra blanca.
Resumiendo el pensamiento pesimista está basado en la percepción negativa de ver las cosas. La manera de pensar del pesimista es autodestructiva, decadente y absorbente y puede escalar sin control acabando con todo tipo de esperanza. Nadie quiere estar cerca de una persona pesimista pues sus pensamientos reflejan siempre malos augurios y percepciones distorsionadas de la vida.
La persona pesimista proyecta a los demas su decepción y frustración por los fracasos que ha experimentado en su vida y manifiesta abiertamente sus pensamientos negativos a diestra y siniestra. Cuando se encuentra compartiendo con un grupo de familiares o amigos el pesimista siempre tiene una historia trágica que contar tales como accidentes, catastrofes y toda clase de calamidades para justificar su manera de pensar.
El pesimista transmite su forma de ver las cosas a sus compañeros de trabajo, a sus familiares y por medio del arte si se desenvuelve en el medio artístico. El pintor por ejemplo proyecta pobreza, injusticias y abandono en sus cuadros.
El fotógrafo presenta exposiciones que tienen que ver con catástrofes naturales, edificios abandonados, mendigos, personas marginadas por la sociedad, drogadiccion y alcoholismo. Si su arte tiene que ver con la música el pesimista escribe poesías y canciones que transmiten tristeza, melancolía, abandono y también cantos protesta.
La esperanza que tiene el pesimista para dejar de serlo y pensar mas positivamente es reflexionar en los aspectos positivos de su vida y en enfocar sus pensamientos en lo que puede conseguir si pone esfuerzo en hacerlo.
El problema que tiene el pesimista es que no cree en que nada bueno le puede ocurrir; el individuo que piensa negativamente considera que el triunfo es imposible de conseguir. Se siente un perdedor, derrotado y ese estado emocional no le permite que sus metas se lleven a cabo y que sus deseos se cumplan.
Muchos de los pesimistas no se culpan a ellos mismos, generalmente atribuyen su suerte en la vida a la conducta de otras personas que han influído en sus decisiones. No creen que ellos pueden alcanzar sus metas y atraer lo mejor para ellos si se lo proponen.
Lo que el pesimista no entiende es que su manera de pensar no lo lleva a ninguna parte. Todo lo contrario, el mismo aniquila toda esperanza y posibilidad de progreso. El pesimista necesita terapia profesional para poder cambiar su perspectiva en la vida y enfocarse en todo lo positivo que podría adquirir si cambia su actitud y manera de ver los eventos que le ocurren diariamente.
Jorginho says
Voy a dar mi opinión, aunque no soy ni mucho menos experto.
La afirmación inicial debería matizarse, creo yo; no todas las personas pesimistas acaban padeciendo depresión, y podemos poner el ejemplo de Arthur Schopenhauer, Henrik Ibsen, Pío Baroja y Rafael Sánchez Ferlosio, ilustres pesimistas que no padecieron depresión, al menos no de manera crónica.
No es cierto que el pensamiento pesimista conduzca necesariamente a la autodestrucción; se puede ser pesimista, es decir, tener una opinión poco favorable del resto de la gente, sin que eso signifique abandonarse o no luchar por las propias metas. Podríamos decir, simplemente, que al pesimista su desconfianza puede traerle problemas y complicarle la vida debido al rechazo que suscitará esa desconfianza; pero que las cosas le resulten más complicadas no significa que no intente lograrlas. Habría que distinguir, pues, entre el pesimismo relacionado con la vida en general y el pesimismo relacionado con la vida del pesimista. Son dos niveles que no siempre coinciden, ya que hay pesimistas del primer tipo que no creen que todo les irá mal; simplemente tienen una visión negativa de la realidad: piensan que los seres humanos son interesados, que rara vez existe altruismo, que la gente es ignorante y tiende a la vesania, etcétera. Pero estos pensamientos, que son comunes a muchas personas sanas, no invalidan al sujeto que los tiene y no le impiden luchar por lo que desea.
La culpa de que el pesimismo del pesimista influya en los demás no es del pesimista, sino de los demás, que se dejan influir. Aunque pudiera suceder que el pesimista lograse convencer a los demás con argumentos; hay optimistas que atienden a los argumentos de los pesimistas y acaban aceptándolos. No hay nada de malo en eso, porque, insisto, pesimismo no es lo mismo que depresión, aunque muchas veces una y otra cosa estén relacionadas.
Por último, el optimismo no siempre es aconsejable; en muchas ocasiones, el optimista lleva a cabo estimaciones demasiado favorables, lo cual puede entrañar dos problemas: uno, que cometa errores graves que puedan ponerlo en verdaderos aprietos y, dos, que no vea los obstáculos que tiene delante y que ello le impida conseguir sus objetivos al no haber adelantado soluciones para superar dichos obstáculos.
Un saludo.